Algunas cosas de las que guardamos con tanto cariño, ¿por qué no lucirlas?
En este caso, son los baberos de mi hija de punto de cruz de cuando era tan solo un bebé.
Aunque no comía absolutamente nada, me quedan de recuerdo, y qué mejor sitio donde ponerlos que en la cocina.
Esta es la lata perdida, como veis, con una utilidad diferente, ya sabéis, un par de manos de pintura acrílica por dentro y por fuera, pegamos el papel o servilleta con cola rebajada con agua, esperamos su secado, y lo barnizamos.